sábado, 14 de mayo de 2011

Faceta de escritor


Autor de: "El macahuitl y la espada" y "Gratidia"






Mi niñez


Me siento confundida. Hoy quiero plasmar las ideas que se arremolinan en mi mente. Desde que Téano, mi maestra griega,  me enseñó a escribir, hacerlo se ha convertido en algo tan natural y espontáneo como el canto matutino de los pajarillos que agradecen la llegada del nuevo día. Es verdaderamente un bálsamo para mi espíritu.  
Nací en la víspera de las calendas de febrero. Era el año del segundo consulado de Cayo Mario, hermano de mi madre,  famoso por haber reorganizado el ejército sustituyendo los grupos especializados de infantería: hastati, príncipes y triarii, por una única fuerza de infantería pesada, estandarizando el armamento de los soldados y sustituyendo los vélites por auxiliares agrupados por su origen étnico y estilo de combate. Ocho días después de nacida, siguiendo la tradición, fui depositada a los pies de mi padre. Él me levantó del suelo en señal de aceptación y me dio el derecho de llevar el nombre de su linaje, el de los Gratidios. Aún poseo la bulla que él me regaló ese día. Es una hermosa pieza de oro en forma de corazón que siempre llevo alrededor de mi cuello. 
Mi querida ciudad natal es la pequeña y bella Arpino, situada entre Roma y Campania, rodeada por los ríos Melfa y Liris. En la escuela me enseñaron que fue fundada por el dios Saturno, quien después de haber sido destronado por su hijo Júpiter, pasó a ser un simple mortal que vino a las llanuras de Lacio y estableció aquí una sociedad pacífica y próspera, que dirigió enérgicamente, acompañado de su esposa, la diosa de la fertilidad. Hoy en día, Arpino es una población con pleno derecho a la ciudadanía romana y al sufragio, gracias a su contribución en la guerra contra Aníbal.
Mi tierra es un lugar verde y apacible, con un clima muy benigno, donde se dan buenas uvas para la producción de vino y se crían lindas ovejas que nos dan lana. Las maravillas de nuestra naturaleza se manifiestan en los impactantes colores de las anémonas, de sorprendente proliferación; en sus pendientes, acantilados, prados y en los frondosos bosques de laureles, robles y carpes de las montañas que circundan Arpino.   Mis árboles favoritos son los pinos de tea, que sirven para hacer aromáticas antorchas y los encinos, por sus bellotas que las niñas recogemos en otoño para jugar con ellas.  Las bellotas también las usamos para engordar a los cerdos que más tarde llegarán a las mesas de la aristocracia romana  convertidos en  deliciosos jamones y en tocino crujiente.